Días 1, 2 y 3
La aventura está a punto de comenzar.
Nos reuniremos todos los miembros del grupo en el aeropuerto y, aunque ya nos habremos visto por videollamada y hablado mil veces en el grupo de WhatsApp, esta será la primera vez que nos encontremos en persona para darnos un gran abrazo.
Solo queda pasar los controles, acomodarse en el asiento y dejar que el avión nos lleve al otro lado del Atlántico.
¡Bienvenidos a Guatemala!
A nuestra llegada (por la tarde-noche), un transporte privado nos llevará directamente a nuestro alojamiento en Antigua Guatemala, una ciudad colonial rodeada de volcanes donde descansaremos para empezar el viaje con energía.
Tras nuestro primer amanecer en el país, saldremos a recorrer Antigua Guatemala junto a nuestra guía local.
Callejear por sus adoquines es como retroceder en el tiempo: el Arco de Santa Catalina, la Catedral de San José o el mirador del Cerro de la Cruz nos mostrarán la esencia de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, con vistas al majestuoso Volcán de Agua dominando el horizonte.
Al día siguiente nos espera nuestra primera caminata por la naturaleza: el Volcán Pacaya.
El sendero asciende entre coladas de lava solidificada y vapores que escapan de la tierra, recordándonos que este volcán sigue vivo. Desde la cima, las vistas a los demás picos de la región son impresionantes. Y si el cansancio aprieta, siempre podemos tostar unos malvaviscos con el calor volcánico, una tradición muy guatemalteca.
Más tarde visitaremos la Laguna Calderas, donde hay zonas de agua caliente ideales para darse un chapuzón antes de regresar a Antigua.
Días 4, 5 y 6
Nos despedimos de Antigua para continuar hacia el corazón del altiplano guatemalteco.
La primera parada será uno de los sitios arqueológicos maya-kaqchikel más importantes de Guatemala, rodeado de bosques y colinas. Allí asistiremos a una ceremonia maya tradicional, un ritual de agradecimiento a la naturaleza donde el humo del copal, los colores de las ofrendas y las palabras del guía espiritual nos conectarán con la sabiduría ancestral del pueblo maya.
Tras la visita, continuaremos hacia orillas del Lago Atitlán, considerado uno de los más bellos del mundo. Antes de llegar, haremos breves paradas en los miradores del camino, desde donde el paisaje parece sacado de un cuadro, con el lago, los tres volcanes que lo rodean y los pueblos que salpican sus orillas.
Ya instalados, podremos disfrutar de un baño en sus aguas termales o simplemente relajarnos frente al lago mientras cae la tarde.
Durante los siguientes días navegaremos por el Lago Atitlán para conocer algunos de sus pueblos más emblemáticos.
En San Juan La Laguna recorreremos sus calles coloridas y llenas de vida, visitaremos talleres de tejidos elaborados por cooperativas de mujeres, conoceremos el proceso del tinte natural y participaremos en un taller de cocina local con ingredientes que iremos a comprar nosotros mismos al mercado.
En Santiago Atitlán, descubriremos la cultura tz’utujil y su profundo vínculo con el lago. Entre calles coloridas, mercados y miradores, cada rincón cuenta una historia distinta. También habrá tiempo para quienes quieran vivir una dosis extra de aventura: una actividad de canopy sobre el bosque o una travesía en kayak por la orilla del lago, para ver el amanecer o el atardecer desde el agua.
Y para completar la experiencia, visitaremos los talleres de cerámica tradicional de San Antonio Palopó, donde los artesanos moldean a mano piezas únicas inspiradas en la naturaleza y la cosmovisión maya.
Tres días en los que la cultura, la naturaleza y las sonrisas de la gente local se entrelazan en uno de los lugares más mágicos de Guatemala.
Día 7
Tras unos días en el Lago Atitlán ponemos rumbo hacia una de las zonas más vibrantes y tradicionales del altiplano guatemalteco: Chichicastenango.
Sus calles empedradas y su famoso mercado nos recibirán con una explosión de colores, aromas y sonidos. Entre los puestos, los locales venden desde frutas tropicales hasta tejidos, máscaras talladas a mano o artesanías imposibles de ignorar (y sí, será difícil resistirse a llevarse algún recuerdo en la mochila).
Visitaremos la Iglesia de Santo Tomás, donde la espiritualidad maya y la fe católica se mezclan en un mismo espacio, y recorreremos el cementerio, un lugar lleno de simbolismo, donde cada tumba, pintada con vivos colores, representa una historia familiar y una conexión profunda con los antepasados.
Antes de continuar el camino, participaremos en una actividad local dedicada al maíz, el alimento sagrado del pueblo maya. Aprenderemos sobre su papel en la cultura guatemalteca y pondremos las manos en la masa —literalmente— elaborando nuestras propias tortitas, que después degustaremos recién hechas.
Al final del día, continuaremos hacia Ciudad de Guatemala para descansar y prepararnos para la última etapa del viaje: la selva y las ruinas mayas de Tikal nos esperan.
Días 8 y 9
Dejamos atrás las montañas del altiplano para volar hacia el norte del país, donde nos espera la selva del Petén.
Aterrizamos en Flores, una pequeña isla en medio del Lago Petén Itzá con calles adoquinadas, fachadas color pastel y un ritmo pausado que invita a desconectar. Será una tarde tranquila: podremos pasear por el malecón, tomar algo junto al lago o, si alguien aún tiene energía, alquilar una bici, una moto o incluso un kayak para ver la puesta de sol desde el agua.
Pero el momento más esperado del viaje llega al día siguiente: Tikal.
Nos levantaremos de madrugada para adentrarnos en uno de los yacimientos mayas más impresionantes de toda Mesoamérica.
El silencio solo lo rompen los rugidos de los monos aulladores y el canto de las aves mientras caminamos entre templos cubiertos por la selva. Desde lo alto del Templo IV, veremos cómo el sol emerge entre la niebla y las copas de los árboles, iluminando poco a poco las pirámides. Es uno de esos instantes que cuesta describir con palabras y que se quedan grabados para siempre.
Después del amanecer, continuaremos explorando el parque, aprendiendo sobre la historia de esta antigua ciudad y desayunando dentro del recinto antes de regresar a Flores. Por la tarde tomaremos el vuelo de regreso a Ciudad de Guatemala, donde celebraremos nuestra cena de despedida.
Risas, anécdotas y algún que otro brindis pondrán el broche final a esta gran aventura.
Día 10
Después de tantos paisajes, sonrisas y descubrimientos, llega el momento de volver a casa.
Nuestro vuelo parte de Ciudad de Guatemala con el equipaje un poco más pesado (culpa de los recuerdos y alguna que otra artesanía) y la mente llena de imágenes difíciles de olvidar. Y sí, volver al café del aeropuerto después de probar el guatemalteco será todo un reto.
Diez días después, regresamos distintos: con nuevas amistades, historias que contaremos mil veces y la sensación de haber vivido algo genuino, de esos viajes que no solo se disfrutan… también se sienten.
Guatemala quedará atrás, pero su energía, su gente y sus paisajes seguirán viajando con nosotros durante mucho tiempo.